Crypto Valley es como se ha llamado al ecosistema empresarial situado en Zug, el más pequeño de los cantones suizos.

La zona es conocida por su alta concentración de startups blockchain y de criptomonedas, y pretende convertirse en una especie de Silicon Valley 2.0. con el foco puesto en fintech. De hecho, parece haberlo conseguido ya.

Un marco regulatorio altamente favorable para la innovación y bajos impuestos (los quintos más bajos en Suiza, de los 26 cantones totales) han atraído a Zug a decenas de compañías líderes del sector, incluyendo, entre otras, a Ethereum Foundation, Xapo, Bitcoin Suisse, ShapeShift y ConsenSys.

Ciudad de de Zug, Suiza, con vista panorámica de las montañas y el lago de Zug.

Supuestamente, el término ‘Crypto Valley’ fue acuñado por el co-fundador de Ethereum Mihai Alisie.

Sin embargo, la persona que, inspirada por el éxito de Silicon Valley, definió la visión del lugar como centro global blockchain fue Johann Gevers, CEO y fundador de Monetas, quien trasladó su startup al valle suizo en julio de 2013.

Pronto, el ecosistema comenzó a crecer y Crypto Valley estableció relaciones con las autoridades locales, así como con otros centros internacionales de características similares en Londres, Singapur, Nueva York y Silicon Valley.

En 2016, la ciudad de Zug (capital del cantón del mismo nombre) se convirtió en el primer municipio del mundo en aceptar bitcoins como medio de pago de los servicios públicos.

En enero de este año, nació la Crypto Valley Association, como una asociación independiente, sin ánimo de lucro y apoyada por el Gobierno suizo (tendente a no poner trabas a la innovación fintech en el país) en la misión de convertir a Crypto Valley en el ecosistema blockchain líder en el mundo. Entre los 16 miembros fundadores están UBS, Thomson Reuters (que tiene un hub de innovación en Zug), PwC y la Universidad de Lucerna.

Si bien todavía es pronto para establecer predicciones claras sobre el alcance que puede tener el impacto de la cadena de bloques en el mundo, el Crypto Valley de Zug se desvela como un interesante y esperanzador ‘microhábitat’ en el que observar cómo los diferentes actores involucrados en el proceso se relacionan entre sí, creando estructuras sólidas que permitan recibir y cristalizar el magma de una tecnología que promete grandes explosiones cuando termine de aterrizar.

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